6 de junio de 2011

Divina convivencia

Mushas les dejo esta nota excelente que salió publicada en la revista de Susana Gimenez el mes pasado, por Maju (ídola), para que se sientan reflejadas!!!...

 

Después de peregrinar con bolsos y cepillos de dientes llega ese ansiado y temido día en que el botiquín del baño pasa a ser compartido. ¿Cómo encarar ese temido comienzo?

Después de un largo tiempo de noviazgo, de pagar el alquiler de mis dos ambientes al divino botón porque nunca duermo ahí; después de andar con mi  mochilita para todos lados cual Kun Fu en su época de más laburo; después de ir ganando terreno muuuy pero muyyyy de a poquito en el botiquín de su baño — primero el cepillo de dientes, luego una cremita, y como quien no quiere la cosa… el secador de pelo y la planchita—; después de ir vestida al trabajo varios días igual, porque no llegaba a pasar por casa a buscar ropa; después de andar días enteros sin batería en el celu porque me olvidaba el cargador en casa; después de cansarme de salir al balcón con menos cero grados a fumar porque  a mi novio no le gusta el olor a cigarrillo dentro de su casa; después de morirme de frío en el laburo porque fui de sandalias y el día amaneció no sé por qué en pleno febrero como si fuera junio, y obviamente en la casa de mi novio no tenía zapatos cerrados; después de lavar siempre los platos y cocinar, porque como no estoy en mi casa me da culpa, entonces creo que tengo que pagar derecho de piso y friego como una yegua; después de bancarme que el agua del inodoro se ponga azul cuando tirás la cadena, porque a mi novio le gusta así, y por más que le traiga canastas infinitas que no largan color no pude convencerlo; después de fantasear con cambiarle los muebles de lugar y tirar esa alfombra vieja y descolorida que  te cubre medio living; después de lavarme infinitas veces el pelo con ese  shampoo feo feo feo que él usa sólo porque le da lo mismo cualquiera, total tiene el pelo cortísimo; después de sugerirlo discretamente de mil maneras para no presionarlo; después de vencer mi fobia a la convivencia, así mientras cenábamos y como quien dice voy a la esquina a comprar pan, me dijo: "Gorda, ¿y si te mudás acá?”. “Epa, pensé, llegó el día esperado”. Reconozco que primero traté de convencerme de que mi casita era hermosa, de que la iba a extrañar e infinidades de pavadas que se me cruzaron por la cabeza con tal de no asumir que en realidad me daba pánico la idea… pero pese a todo eso, recordé mis doce años de terapia y sonreí feliz diciendo un maravilloso: “Sí, dale, probemos, ¿por qué no?”. “Dale, contestó él, te hago un lugarcito en el placard y te traés tus cosas”. ¿Lugarcito en el placard? “¡Ja!, pensé, andá vaciándolo entero y así todo, dudo que me alcance el espacio”. 
Pero bueno, lo hice y aquí estoy apostando por la convivencia, acostumbrándome a sus mañas, y él a las mías, obvio, que son miles (de más está decirlo). Entonces a poner reglas: si yo lavo, vos secás; si yo cocino, vos lavás… y a adaptarse a lo maravilloso que es llegar del trabajo y que esté la cama hecha porque otro la hizo; a tratar (sí, sólo tratar) de no dejar colgadas las bombachas en la canilla de la ducha… a aprender a planchar camisas, a que ante una discusión, no hay dónde salir corriendo...Y sí, en algún momento había que jugársela, basta de andar con el bolsito de aquí para allá, basta de la alfombra vieja en el living, ahora es nuestro living y tendremos alfombra nueva, ¡carajo! El shampoo será de primera calidad y ya no iré vestida dos días seguidos igual al trabajo y…
Convivencia, convivir, vivir con… nada tan difícil como esto, pero a la vez, nada más lindo… Y sí, que viva la convivencia, total ¡quién me quita lo bailado!

yyyyyyy que les parecio????........

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